La evasión fiscal se asoció a bancos suizos, cuentas numeradas y paraísos fiscales en islas remotas. Ese modelo aún existe, pero ya no es el principal.
La nueva élite global ha construido un sistema mucho más sofisticado: una arquitectura invisible hecha de trusts opacos, criptomonedas difíciles de rastrear y sociedades pantalla dispersas en múltiples jurisdicciones.
El resultado es un mecanismo legalmente complejo y tecnológicamente avanzado que permite mover fortunas en segundos, borrar huellas de propiedad y erosionar las bases tributarias de los Estados sin cruzar fronteras físicas.
“Estamos viendo la convergencia de tres mundos: el financiero tradicional, el digital y el legal corporativo”, explica Alex Cobham, director de la organización Tax Justice Network. “Cuando se combinan, crean una capa de opacidad que ningún país puede enfrentar solo”.
Trusts: fortunas escondidas a plena luz
Un trust es un acuerdo legal en el que una persona transfiere activos a un administrador (trustee) para que los gestione en beneficio de terceros.
En teoría, sirve para planificar herencias o proteger bienes familiares. En la práctica, en ciertas jurisdicciones se ha convertido en la herramienta predilecta para ocultar propiedad real y reducir impuestos al mínimo.
La reciente Trusts and Succession (Scotland) Act de 2024 creó la figura de los Private Purpose Trusts, estructuras que no aparecen en registros públicos y no están obligadas a presentar informes financieros detallados.
Para Dan Neidle, del think tank británico Tax Policy Associates, estas reformas representan “una vía inadvertida para el lavado de dinero, la evasión fiscal y la elusión de sanciones”.
El caso de Jersey, uno de los centros fiduciarios más antiguos del mundo, ilustra cómo funcionan: en 2025, las autoridades locales abrieron una investigación contra el magnate ruso Roman Abramovich por presunto uso de trusts y sociedades offshore para ocultar activos durante décadas. Los bienes estaban fragmentados en docenas de entidades sin vínculo visible con su nombre.
Criptomonedas: el territorio sin aduanas
El auge de los criptoactivos ha creado una segunda capa de opacidad.
Al operar en redes descentralizadas y sin intermediarios tradicionales, permiten mover grandes sumas de dinero con rapidez y sin controles regulatorios efectivos.
Una investigación publicada en 2024 en Journal of Risk and Financial Management analizó los estados financieros de más de 700 empresas que participan activamente en mercados de criptomonedas. El estudio encontró que aquellas con mayor exposición a cripto presentaban tasas efectivas de impuestos más bajas, aprovechando vacíos legales para reducir su carga tributaria sin declarar ganancias reales.
A la vez, el mercado cripto se ha convertido en un canal habitual para el lavado de activos ilícitos.
La “Operación Desestabilizar”, llevada a cabo por la Agencia Nacional contra el Crimen del Reino Unido, reveló que redes delictivas europeas y operadores vinculados a servicios de inteligencia rusos usaban stablecoins como Tether para mover millones de dólares en más de treinta países, evadiendo sanciones y supervisión bancaria.
“Las criptomonedas ofrecen velocidad, anonimato y jurisdicción difusa: exactamente lo que busca quien quiere eludir regulaciones”, explicó un investigador de la operación citado por Financial Times.
Sociedades pantalla: el envoltorio perfecto
El tercer componente de este sistema son las sociedades pantalla, empresas constituidas en jurisdicciones de baja regulación, sin empleados ni operaciones reales, que sirven como fachada para mover activos.
Durante años fueron el núcleo de escándalos como los Panama Papers o los Pandora Papers, pero lejos de desaparecer, se han adaptado.
Actualmente suelen actuar como propietarias legales de bienes inmuebles, vehículos de inversión o cuentas que a su vez pertenecen a trusts.
Un informe del Egmont Group documentó cómo, entre 2021 y 2023, cientos de casos de fraude y corrupción transnacional usaron sociedades pantalla para mover fondos a través de varias jurisdicciones antes de integrarlos en el sistema financiero formal.
En Londres, Transparency International ha rastreado propiedades adquiridas por más de 5,900 millones de libras mediante compañías registradas en territorios de ultramar británicos, muchas de ellas vinculadas a redes offshore.
“Una sociedad pantalla es una máscara: detrás puede estar cualquier persona, desde un oligarca sancionado hasta un funcionario corrupto”, advirtió Naomi Hirst, investigadora de Global Witness.
El nuevo engranaje de la evasión global
Lo que hace particularmente poderoso a este esquema es la combinación de los tres elementos.
Un mismo patrimonio puede estar formalmente administrado por un trust en Escocia, inscrito a nombre de una sociedad en las Islas Vírgenes Británicas y movido con criptomonedas a través de plataformas en Asia.
Ninguna de esas piezas, por separado, viola necesariamente la ley.
Juntas, crean un sistema prácticamente impermeable para las autoridades fiscales.
Cada jurisdicción ve solo una parte del rompecabezas, y ninguna tiene la visión completa.
“Es la fragmentación lo que hace tan difícil intervenir”, explicó Cobham. “Las leyes nacionales están diseñadas para combatir delitos dentro de sus fronteras, pero este sistema no tiene fronteras”.
Costos públicos y desigualdad privada
Las consecuencias no son abstractas.
Según Global Financial Integrity, más de 1.1 billones de dólares se fugan cada año de países en desarrollo mediante facturación falsa, evasión fiscal y flujos financieros ilícitos.
Son recursos que podrían financiar hospitales, escuelas o infraestructura básica, pero que terminan en cuentas inalcanzables, protegidas por capas legales.
El impacto también es político: al permitir que las élites económicas operen con impunidad, se erosiona la legitimidad del sistema fiscal y la confianza ciudadana en las instituciones públicas.
“Cuando los contribuyentes ven que los más ricos pueden desaparecer su riqueza, la voluntad de cumplir las normas se desmorona”, señala Cobham.
Una arquitectura hecha para permanecer
La combinación de trusts, criptomonedas y sociedades pantalla representa la evolución más reciente y más sofisticada de la evasión fiscal internacional.
A diferencia de los antiguos paraísos fiscales, no depende de una sola jurisdicción ni de una sola ley: es una red flexible, descentralizada y móvil.
Cerrar las grietas no será sencillo.
Requeriría registros públicos de beneficiarios reales, cooperación internacional efectiva, regulación estricta de criptoactivos y control directo sobre los intermediarios que diseñan estas estructuras —bufetes, fiduciarias, bancos digitales y plataformas fintech.
Por ahora, ninguna de esas reformas avanza con suficiente velocidad.
Y cada día que se demora, el dinero invisible sigue creciendo, desplazándose y borrando sus huellas, mientras los sistemas fiscales nacionales intentan atraparlo con reglas hechas para un mundo que ya dejó de existir.
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